Desarrollo un Voluntariado en comedor social en Blagoevgrad que es una ciudad pequeña, aunque es capital de la región en la que se encuentra al suroeste de Bulgaria. La iglesia de Saint Nicholas está en un barrio llamado Gramada, al que se llega cruzando las vías del tren. Esta iglesia es muy pequeña, una iglesia casi de barrio, con el cementerio rodeándola. Desde allí vi un paisaje de la ciudad distinto al que había visto hasta el momento, y la verdad es que la luz de este pequeño lugar me tiene conquistada, y desde esta iglesia no fue menos.

La organización en la que estoy se llama “Alternativi International”. Hay muchas cosas que me resultan complicadas o difíciles de llevar por las distintas experiencias personales y concienciación respecto a distintos temas, pero por casualidades del destino, nuestra coordinadora de voluntariado conoció a una mujer encantadora que dedica gran parte de los fines de semana a cocinar en una habitación medianamente grande al lado de esta iglesia para personas con dificultades económicas. De este encuentro casual surgió una colaboración entre nosotros, los integrantes del voluntariado en comedor social de la organización, y este pequeño espacio, que valdría de paso, para ponernos en contacto con otra realidad social del lugar.

He tenido la posibilidad de colaborar en dos ocasiones distintas. La primera fue un fin de semana. El sábado empieza tarde, sobre las dos de la tarde, para preparar, cortar y dejar todo listo para empezar a cocinar al día siguiente bien temprano. Así que el domingo llegué allí a las ocho de la mañana preparada para picar cebollas, pelar y cortar patatas y servir de un puchero gigante a las personas que venían a buscar una comida para ellos y sus familias. Ese día, mientras yo estuve, nadie comió allí. Venían con tarteras, o botes, y decían para cuantas personas necesitaban comida, y acorde a eso se les daba raciones, pan y postre. En la iglesia tienen una lista, donde están anotadas estas personas y el número de gente que compone el núcleo familiar.

Supongo que una de las ventajas de un sitio que no es muy grande es que es más fácil conocer a las personas y sus realidades.

Este día me sorprendió, y muy gratamente, que una de las mujeres que colaboraba es gitana. Lo destaco, porque he visto actitudes muy racistas, en general en mi vida, no solo en Bulgaria, aunque también, y creo que es fundamental destacar que son un colectivo marginado que, en este caso, ayuda a otro colectivo marginado. Y eso puede enseñar una lección tremenda sobre la grandeza del corazón humano, que no entiende de piel, sexo, género, religión o cualquier otra estupidez que se
nos ocurra para crear barreras entre nosotros. El día acabó sobre las dos de la tarde, tras repartir comida para 128 personas. Me fui a casa pensando que yo era una persona anónima que por un ratito muy pequeño había hecho sentir a alguien que no era invisible y que merecía una simple sonrisa, ya que mi búlgaro no es tan bueno como para expresarme verbalmente.

En Bulgaria el día de San Nicholas, el 6 de diciembre, es un día especial donde se hace vigilia y lo normal es cenar en familia. Fue miércoles, pero organizaron una comida especial en este comedor, teniendo en cuenta que además el Santo da nombre a la iglesia. Sopa de pescado, pan y un pequeño mensaje sobre la vida y obra del personaje al que se dedica el día. Ese día sí hubo gente que se quedó a comer en el espacio habilitado con mesas y bancos. Algunos charlaban, otros eran parejas de ancianos. Vino la televisión nacional búlgara a ver el trabajo que realizan en este pequeño lugar, y una de las cosas que estas personas con dificultades económicas y/o personales destacaron es la gran oportunidad que es tener un espacio donde reunirse con gente que les comprende y donde pueden no sentirse solos, aunque sea por un rato. Nunca dejará de abrumarme la enormidad del ser humano, que parece aflorar justo cuando menos tiene. Ese día, unas 250 personas fueron beneficiarias de este pequeño comedor social. Si hay algo que sabía, pero que cada día aprendo más y mejor es que la riqueza del alma ni se compra ni tiene que ver con dinero. Y pocas cosas unen más como una sonrisa de alguien que la ofrece a alguien que la aprecia, por efímera que sea, porque es un lenguaje universal.

 

Escrito por Beatriz, que realiza voluntariado en comedor social en Bulgaria

Foto:

Author Klearchos Kapoutsis from Santorini, Greece
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