Mi nombre es Yessenia, y me dispongo a contar de la manera más resumida que pueda la experiencia que a día de hoy considero mi mayor logro y la aventura de mi vida.
A finales de agosto de 2020 aterrizaba en Berlín, llena de sentimientos tan contrarios, un miedo que no sabría explicar, pero es ese que te da cuando te ves sola, llevando tus maletas a un sitio totalmente nuevo y sin saber una palabra del idioma. Pero al mismo tiempo sientes esa fuerza interior que quizás era más bien una mezcla entre curiosidad e ilusión, y es lo que te hace llegar al destino sonriente y dejando de lado todo lo negativo que hasta hace cinco segundos se te pasaba por la cabeza.
Empezar un voluntariado en medio de una pandemia mundial cambió también un poco mis planes, el proyecto en el que trabajaba se vio obligado a eliminar muchas de las actividades en las que habría de implicarme, y los planes de viajar por todo el país se vieron trastocados. Pero eso me sirvió para descubrir en profundidad los encantos de la pequeña Göttingen.
Yo, que hasta el momento me había considerado una persona más bien tímida me vi rodeada rápidamente de gente tan sumamente increíble, de tan distintas nacionalidades, con formas de ver la vida tan diferentes, que definitivamente creo que eso es lo que más me hizo crecer. Y es que son justamente ellos los que te hacen sentir que estás un poquito más cerca de casa, son con los que compartes las comidas y cenas en el fin de semana, con los que harás barbacoas cuando el tiempo lo permita y con los que quedarás para ir a por un helado en cuanto veas un rayito de sol… costumbres alemanas que empiezas por no entender y al final las acabas compartiendo. Sin embargo, si a alguien tengo que hacer especial mención es a mi equipo de trabajo o como lo llamábamos entre nosotros, el Traumteam. No solo éramos colegas o compañeros de piso, éramos una verdadera familia, de esas que en los días malos está ahí con un abrazo y en los días buenos te esperan con una cerveza para celebrar, no olvidemos que estábamos en Alemania. Sinceramente no me imagino mi experiencia sin ellos, tanto en el plano laboral como en el personal, y estoy tan agradecida con ellos por todo lo que me dieron y por lo que a día de hoy, cuando cada uno ha tomado un rumbo diferente, me siguen aportando.
A la típica pregunta de “¿qué has aprendido?” podría responder infinidad de cosas, alemán entre ellas. Pero definitivamente me quedo con que aprendí a conocerme a mí misma, a definir cuales son mis objetivos, pero también mis límites.
De los niños con los que trabajé a diario me llevo también muchas lecciones, muchos abrazos e incluso un “te quiero”, que pronunciado en español por un niño de apenas 6 años es para mí la mayor recompensa que pude tener. Con ellos pasamos tantas horas repartidas en actividades diarias, vacaciones, campamentos, excursiones… Quizás ellos ya estén acostumbrados a ver diferentes caras con ellos cada año y se olvidarán de las nuestras pronto, sin embargo, yo de las suyas me acordaré de por vida. Me quedo con la espinita de no haber convivido con otros voluntarios internacionales en los diferentes seminarios que tuvimos a lo largo de nuestra estancia allí, pero es de agradecer que aunque haya sido online tuvimos la oportunidad de conocernos, expresarnos y por qué no, divertirnos.
Así que finalmente solo me queda agradecer a YesEuropa por estar desde el principio, por mediar en el caos y por el apoyo a la vuelta. Y a mi familia de Göttingen… hasta pronto!