Experiencia del Cuerpo Europeo de Solidaridad
Experiencia de Tania en Arad, Rumanía
«Es una experiencia que todo el mundo debería vivir al menos una vez en la vida.»
Bună! Me llamo Tania, y soy de las Islas Canarias, España y tengo 19 años. Terminé el instituto el año pasado y sin saber muy bien a dónde ir, estuve en un proyecto como voluntaria en Rumanía por 6 meses, ¡quién lo hubiera pensado!
Encontré el proyecto en la página de https://www.yeseuropa.org/, y en menos de un mes ya tenía los billetes al país de los romaníes. Al principio todo me pareció extraño, y me sentía un poco sola. He notado en estos meses la diferencia cultural entre Europa del este y del oeste, los referentes culturales. Pero he de decir que tuve suerte porque los primeros meses una voluntaria de Jordania y yo estuvimos juntas mucho tiempo, hablando por las noches, aprendiendo a escribir árabe… Y a finales de diciembre planeamos un viaje a París, Francia.
De vuelta a Rumanía y con el paso de los meses, fui aprendiendo a disfrutar del tiempo libre conmigo misma, y adquiriendo nuevas habilidades, como organizar actividades en colegios para niños, o ser honesta con otros y conmigo misma cuando es necesario. Con respecto al trabajo que yo y otros voluntarios hacíamos: estuve planeando actividades en diferentes colegios (como Generala 2 o Sambateni) y jugando con niños en asociaciones para personas con pocas posibilidades (como Vis de Copil o Vladimirescu) en Arad, y ayudando en la asociación Casa LOGS a refugiados en Timisoara.
Cada día aprendía cosas nuevas de mí misma y del entorno que me rodeaba, otros voluntarios, la gente del trabajo, las personas de la calle, etc.
Pero sin duda lo que más me ha marcado de esta experiencia han sido las personas que he conocido, porque son ellas las que me han enseñado lecciones de vida que de otra forma no hubiera aprendido.
En el On-Arrival training conocí a personas con las que conectamos sin intercambiar muchas palabras y después de muchas horas en tren tuve la oportunidad de conocerlas en Craiova, y ahora tengo recuerdos que no olvidaré con ellas. He aprendido lo que significa sororidad, y lo que significa poder mostrarte vulnerable ante otros sin miedo a ser juzgado.
Los últimos meses los recuerdo con especial afecto, ya que conocí a voluntarios de otro proyecto con los que hice ‘buenas migas’ y pasé mis últimas semanas en Arad con ellos. Me reí mucho, bailé, fui en canoa… pero lo más importante son las amistades que hice.
Estoy orgullosa de mí misma, y contenta de haber vivido esta experiencia. Sé que sólo es el principio de mi aprendizaje vital. Estoy cambiando cada día, y es gracias a las personas que me rodean, a ese algo que me hace preguntarme ¿y ahora qué? Y he cambiado, mucho, gracias a proyectos como este, mi forma de ver otras culturas, los problemas que afronta la sociedad en otro país… Es una experiencia que todo el mundo debería vivir al menos una vez en la vida.
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