Empecé este voluntariado con la intención de aprender mucho sobre aves rapaces, y así ha sido, pero también he aprendido sobre muchas otras. Dadia es el sitio idóneo para sumergirte en la naturaleza y en la verdadera Grecia. Si quieres aprender griego, aquí lo consigues y sin darte apenas cuenta. Es una aldea pequeñita, pero todos sus habitantes son encantadores y aunque sepan muy poco (o nada) de inglés tienen curiosidad de saber quién eres e intentar comunicarse contigo.
Creo que lo mejor que tiene esta organización (Society for the Protection of Biodiversity of Thrace) es que tienen distintos proyectos en marcha según cuando llegues o según la época del año. Por lo general, se centran en proteger la biodiversidad de la región de Tracia. Vengas cuando vengas, vas a ver buitres y otras aves rapaces en los censos que toca hacer de vez en cuando.
En mi caso, hemos podido trabajar a menudo con perros. Los que están siempre aquí son Kiko y Dalton, unos perros encantadores y entrenados para buscar veneno o animales envenenados. Además, también hemos podido tener cachorros a cargo para mantenerlos sanos y fuertes hasta que se pueden ofrecer a los pastores griegos. Incluso hemos podido ponerles nombres españoles (Pepe, Paco y Antonio).
También hemos tenido la oportunidad de instalar vallas eléctricas alrededor de las granjas que podían sufrir ataques de lobos y causar pérdidas económicas a los pastores. De este modo, se evita la instalación de veneno por parte de los pastores que quieren eliminar depredadores. Este tipo de proyectos te permite conocer a gente local y conocer mentalidades distintas. Siempre intentamos crear concienciación sobre la importancia de conservar la biodiversidad, tanto en gente local más mayor como en los niños de colegios cercanos.
En cuanto a trabajo de oficina, también hemos verificado imágenes de las cámaras de trampeo, comprobado la trayectoria de aves por GPS o crear vídeos de concienciación. El trabajo al que más tiempo le he dedicado ha sido un pequeño estudio sobre el impacto que tienen los parques eólicos en aves, ya que cada año se producen cientos de colisiones por las aspas de los molinos.
En conclusión, este voluntariado me ha aportado experience para mi trayectoria profesional como Bióloga, pero también un crecimiento personal que me ha abierto la mente en un ambiente completamente distinto a mi ciudad natal. La convivencia con los otros voluntarios de diferentes países también me ha enseñado sobre distintas culturas, idiomas y gastronomía (para mí, la mejor parte de viajar al extranjero).