El primer verano después de la pandemia acababa de terminar cuando respondieron a mi solicitud para unirme al Cuerpo Europeo de Solidaridad. Vine a Graz sin saber muy bien lo que me esperaba, no conocía a nadie que hubiera iniciado un proyecto tras “el corona”. ¿Hago bien yéndome un año al extranjero en medio de una pandemia? ¿Conoceré gente? ¿Habrá más voluntarios en mi situación? ¿Podrá el proyecto llevarse a cabo? Pues sí. ¡Mucha gente, muchos voluntarios y mucha necesidad de ayuda en mi asociación de destino! Mi voluntariado tuvo lugar en un centro de distrito. Es un centro pequeño que pertenece a una asociación cuyo objetivo es fomentar la cultura, la integración y el modo de vida activo y saludable entre los jóvenes, pero que se extiende con este centro a todas las edades. Mis tareas han sido de lo más variadas: ni un solo día era igual. Al principio pasaba las mañanas en las clases de alemán y a partir de medio día me unía al pequeño equipo para abrir al público un par de horas. Los días que no atendíamos directamente a la gente, los dedicaba a aprender sobre el trabajo social y el modo de trabajo del centro. Desde el principio fui arropada por el equipo y poco a poco me fueron dando más responsabilidades. Un día foodsharing, otro intercambio de semillas, la semana siguiente reunión con los vecinos en torno a nuestro huerto comunitario… Los días fríos, hacemos una tonelada de café y té para la gente que viene a charlar con nosotros o que necesita nuestra ayuda. Los días soleados, jugar sin parar con niños y adultos en la calle. Excursiones con los visitantes del centro, en bici y a pie, a la montaña o al río; un poco de movimiento para estirar la espalda, a veces con Yoga, otras con Taichi… ¡Todo eso y mucho más solo en la jornada de trabajo! En el tiempo libre, reuniones organizadas con otros voluntarios se mezclaban con pequeñas excursiones con mi mentora o algún amigo más “local”. Primero, pude conocer la ciudad, un poco de la cultura, algunos museos, mucho de la comida (¡larga vida a la gran variedad de sopas austríacas que ayudan a que el invierno se haga corto!) … Con la llegada del buen tiempo, abrieron los cafés y los bares, se llenaron las terrazas y empezaron los fines de semana llenos de excursiones, senderismo y visitas a los lagos vecinos, que no son pocos. Si pienso en este período, me debato entre “el tiempo se ha pasado volando” y “parece que ha sido toda una vida”. No creo que haya algo con lo que comparar esta experiencia. Todo es nuevo, todo es diferente y no todo es bueno. Pero de todo se aprende. Yo creía que había visto mundo, pero ver mundo no es vivirlo. En este año he vivido Graz y a su gente de muchas partes, de muchas culturas, idiomas y diferentes pasiones, y no podría estar más agradecida a la UE, al CES y a YES Europa y todas las asociaciones que apostaron por darme esta oportunidad. ¡Gracias!