Mi voluntariado de larga duración tuvo lugar en una pequeña ciudad al norte de Italia. A pesar de la incertidumbre del primer momento, puesto que la decisión de irme fue bastante precipitada, todo fue muy bien y he estado acompañada durante todo el proceso por la gente que he ido conociendo a lo largo del camino.
Principalmente he desarrollado mi voluntariado en un proyecto de menores extranjeros no acompañados. Considero que ha sido una oportunidad muy positiva, tanto a nivel profesional como a nivel personal. Durante los 8 meses de estancia me he enfrentado a diversos retos. El primero fue la barrera del idioma, puesto que no tenía ningún tipo de conocimiento del italiano, pero con los meses conseguí comunicarme y expresarme con fluidez. A su vez fue complicado habituarme a una ciudad pequeña, pues soy de Madrid, pero la oportunidad de vivir en un sitio rodeado de montañas con acceso a la naturaleza constantemente es algo que me ha hecho replantearme a posteriori la calidad de vida en las grandes ciudades.
Al ser un voluntariado el nivel de responsabilidades no era muy alto, por lo que he aprovechado el tiempo también para viajar por el país, estar más relajada y estar con los amigos y amigas que hice allí. El shock cultural no ha sido muy grande puesto que es un país muy similar a España, pero el proyecto lo desarrollé en un ambiente multicultural por lo que finalmente me he visto rodeada de personas de muchos países, con lenguas diversas y experiencias vitales que no tenían nada que ver una con otra.
Considero que una experiencia así ayuda a conocerse a una misma mejor, salir de la zona de confort y enfrentarse a situaciones que, aunque puedan llegar a ser complicadas en ciertos momentos, a largo plazo generan una satisfacción muy grande.