Si os hablo de mi casa, pienso en mi Alcalá de Henares, en sus calles, en sus gentes. Si os
hablo de mi casa, me acuerdo de mi pequeña habitación de Englefield Green, de su verde,
de su calma. Si os hablo de mi casa, me viene a la mente la chambre 404 del Foyer Anne
Marie Veder de París. Si os hablo de mi casa, diré que también un trozo de Antibes y su
costa azul fueron mi casa. Si os hablo de mi casa os estoy hablando de Milán, ciudad que
me ha acogido este año para hacer un voluntariado Erasmus +.
Llegué en septiembre con las maletas llenas de propósitos y la cabeza a rebosar de
pájaros. Mil proyectos tenía en mente, y al final algunos se cumplieron, otros no, y otros se
dibujaron en mi camino. En Casa per la Pace, la asociación del barrio Corvetto que me
acogió para hacer este voluntariado, tuve la suerte de trabajar con un grupo de personas
muy humano y comprometido con todo lo que hacía. Evidentemente, al principio andaba
perdido y no sabía muy bien por dónde venían las hostias: el idioma, adaptarse a una nueva
ciudad, mi lugar y mis deberes en Casa per la Pace… Con buena actitud y ganas de
disfrutar de la experiencia fui creando mi espacio poco a poco, participando en las
siguientes tareas:
Cuidabamos de los niños de las mujeres que asistían a la escuela de italiano de la
asociación. Estas clases son muy importantes para ellas porque llegan a Italia sin conocer
el idioma ni el lugar y sin amigas. Estas clases les dan la oportunidad de aprender la lengua
para poder integrarse y encontrar trabajo y, al mismo tiempo, les ayudan a crear una
pequeña comunidad donde conocen gente en una situación parecida a la suya,
amortiguando así el fuerte cambio de llegar una cultura completamente diferente a la suya.
Durante este tiempo he podido participar en un proyecto con jóvenes que debían hacer
trabajos de utilidad pública, debido a algún pequeño delito que estos habían cometido.
Personalmente, me encargaba de repartir las tareas para cada semana, así como de
verificar que teníamos la documentación de cada caso al día. A veces limpiábamos el
barrio, otras veces arreglábamos las plantas del barrio y otras incluso participábamos juntos
en actividades que Casa per la Pace organiza para mejorar el barrio y fomentar una
convivencia mejor.
También tuve la oportunidad de colaborar puntualmente en un parque agroforestal que se
está construyendo a las afueras de Milán, con el objetivo de crear zonas verdes para reducir
la contaminación y crear un espacio atractivo local para los vecinos del barrio. Este proyecto
tiene como uno de sus pilares la participación ciudadana, ya que la gente del barrio puede
ayudar a cuidar el parque. Esto tiene como consecuencias directas una toma de conciencia
para respetar las zonas públicas, y la creación de pequeñas comunidades que contribuyen
a mejorar la calidad del barrio.
Cuando llegó el virus, nuestra asociación se recicló para poder aportar ayuda donde más se
precisaba, y comenzamos a trabajar con Milano Aiuta. En coordinación con esta asociación,
asistíamos de manera directa a personas dependientes que no podían salir de casa durante
el confinamiento: hacíamos la compra para gente mayor, íbamos a comprar medicinas,
acompañábamos a la gente que se sentía sola, y hubo hasta una voluntaria que acompañó
a algunas personas al hospital. Durante estos meses tuvimos también la suerte de contar
con la ayuda de los jóvenes voluntarios y voluntarias que tenían que hacer trabajos de
utilidad pública.