Mi experiencia como voluntario me ha cambiado la forma de entender el mundo. Cuando comencé la aventura, hace más de 10 meses, en ningún caso podía imaginar que iba a ser la mejor oportunidad que, hasta el momento, he tenido en mi vida. De hecho, pienso que es un punto de inflexión en mi recorrido profesional y, principalmente, personal.
El principal aspecto que me llevó a optar por este proyecto fue la oportunidad de practicar mi profesión tras salir de la universidad, así como viajar y practicar inglés. Para conseguir estos tres objetivos la duración del proyecto de 10 meses se presentaba más que suficiente e, incluso, como mi mayor preocupación. Finalmente siento que la duración es un problema, pero en este caso por el motivo contrario, por poner límite a una de las vivencias más gratificantes de mi vida.
Mi proyecto consistió en el control poblacional y sanitario de perros y gatos sin dueño de la ciudad turca de Sinop bajo la supervisión del veterinario encargado. Para llevar a cabo las actividades, acudí de lunes a viernes al refugio municipal de animales callejeros de dicha ciudad. En el quirófano me encargué de esterilizar perros y gatos de ambos sexos, administrar antibióticos para prevenir infecciones tras dicha cirugía, vacunaciones esenciales para cumplir con la salud pública e inoculación de microchips y otros métodos para la identificación de estos animales en las calles de Sinop.
Además de estas tareas diarias, atendí numerosos casos de urgencia como heridas traumáticas, enfermedades infecciosas y parasitarias, y graves situaciones de deshidratación. La mayor parte de estas actividades las llevé a cabo con los recursos mínimos de los que se disponen en el refugio municipal, por lo que desarrollé mi capacidad de adaptación y resolución de problemas, y conseguí una notable experiencia respecto a estas áreas de la veterinaria.
Por otra parte, varios meses de mi voluntariado se solaparon con las olas más graves de la pandemia en Turquía. Por ello, y por las consecuentes restricciones, mi tiempo libre lo dediqué permaneciendo en la ciudad de Sinop y visitando sus maravillosas zonas verdes. Finalmente, durante los últimos
meses de voluntariado nos fue posible visitar otras ciudades como Ankara, Samsun, Şanliurfa, Trabzon, Rize o İstanbul. Así, descubrí diferentes e increíbles puntos de vista para conocer la rica cultura turca y sus alucinantes paisajes junto a otros voluntarios de Sinop.
Esos voluntarios fueron los que hicieron mi experiencia inolvidable y a los que considero como mi familia turca junto a la increíble persona que coordina la asociación de acogida, Irem Ebru. Ellos estuvieron estos 10 meses en mis días más felices y dándome su apoyo más sincero en mis peores días. Además, con ellos aprendí diferentes formas de ver el mundo e idénticos modos de disfrutar de la vida.
Ahora, me vuelvo a España orgulloso de haber vivido esta oportunidad, con ganas de seguir disfrutando de aventuras similares y con una amiga que me hará recordar los días más felices en Sinop.